Páginas

jueves, 15 de octubre de 2015

Te amo, mamá.


Nunca imaginó esto, digo, a todo el miedo que podía llegar a tener. La soledad la inundaba sin pedir permiso. Ahora la echaba de menos. La única en el mundo capaz de soportar sus brotes de odio contra la respiración pausada de los demás. La única capaz de entenderla aún cuando ella misma no lo hacía. Aquel día, ese brusco portazo y su semblante destrozado volaba por la mente de ella, provocándole un fuerte dolor en el pecho, todo iba mal. Bastó esa media hora de haberse quedado dormida, despertar por gritos y llantos. Correr para ver lo que sucedía, pensando en que todo podía ir peor, pero sin imaginar lo que estaba a punto de ver. Fue suficiente ese "se fue" de su tía para romper su mundo en mil pedazos, para terminar de robarle las pocas esperanzas que le quedaban. Con el pulso desatado buscó entre las sábanas esa mano fría que tanto quería. No tenía ni la más remota idea de lo que hacía, ni mucho menos de lo que decía. Pero sabía una cosa, un perdón no resultaría, ni la devolvería, tampoco daría sus frutos unos gritos gigantescos, por lo que en el medio de la mierda de situación, soltó las palabras que venía repitiendo hace mucho tiempo sobre su oído: "Te amo, mamá".

Agustina.

sábado, 10 de octubre de 2015

He vuelto a recordarte.

Vuelvo a recordarte, ahogándome en nuestros recuerdos, en la almohada empapada de lágrimas, en tu olor aún metido en mi pecho, en el calor de tus brazos, en la profundidad de tu mirada. Me gustaría inundarme entre tus brazos, dejar de navegar a la deriva. Me gustaría volver a revivir esos recuerdos, hacer que ésta tormenta interior se termine, o al menos, que se calme.

¿Sabes? Vuelvo a recordarte y aún no sé por qué te fuiste. O sí lo sé y no me gusta alardear de que un día casi todo dentro tuyo sanó y ya no. Sólo me queda escribirte, mandar la carta a la luna y que ella te regale un suspiro y caricias.

Y tenía ganas de contarte que no solo te extraño a vos, sino que también lo extraño a él. Extraño tu amor, y el amor que él solía darme. Ese amor del que tantas veces te hablé y vos me decías: "Todo llega" pero hoy no estás para decírmelo, y tampoco está él para aliviar las heridas que tanto daño hacen.

Para él: No debería haberte recordado, no debería habernos recordado compartiendo las carcajadas que más felicidad desprendían del mundo; ni a ti, ni a mí, ni a las noches de películas, sofá, muchos besos y bueno, quizá no tanta película.
Y solo quiero decirte que si vuelvo a recordarte, no dudes en venir a buscarme y volvernos locos juntos, corriendo a pleno pulmón y gritando lo más fuerte que podamos.
Para ella: A ti, sí debería recordarte, y por más que quiera no hacerlo, lo voy a seguir haciendo cada segundo de mi vida. Espero que estés dónde estés también nos estés recordando, no con lágrimas como suelo hacerlo a menudo, sino con sonrisas. Y te pediría que no dudes en venir a buscarme y volvernos locas juntas, pero por más que le ruegue a la mismísima vida, sé que no vas a venir a buscarme, así que me aferro al último beso y abrazo. A la última palabra, mirada y sonrisa para poder sobrevivir el resto de mi vida, con tu ausencia.  

He vuelto a recordarte.
Los he vuelto a recordar.
He vuelto a las andadas.
He vuelto a morir estando con vida.

Agustina.

domingo, 4 de octubre de 2015

"La vida es una fiesta" dijeron.

"La vida es una fiesta" me dijeron, a lo que yo solo quería responder "pará, ¿qué clase de fiesta?" Esa en la que te perdés en medio de la multitud y no encontrás ni una cara conocida. En la que no sabés qué camino tomar, ni mucho menos que hacer por miedo a pasar el ridículo. Y en la que de paso, un flaco o flaca que la está pasando mejor que vos, te vuelca un vaso lleno de bebida en tu vestido favorito. Y ahora, no solo estás perdida y sola, sino que también estás sucia, mojada y con una mancha horrible en tu vestido. Igual a las heridas que te va provocando la vida, imborrables. Pero no te das por vencido, porque eso es lo primero que hace el humano, no darse por vencido, no perder las esperanzas, no querer caer ante la burla de los demás. No querés asumir que está siendo la peor noche de tu vida, así que como podés, empujando a todos los que se interponen, vas hasta la barra. Tu mente, idiota como la de los demás, piensa que un vaso de fernet quizás acomode un poco las cosas. Lo que tu mente no sabe es que el vaso de fernet lo único que hace es empeorarlas. Olvidando los problemas por un rato, no te va a hacer olvidarlos de por vida. Olvidar, no soluciona nada. Pero quizás, hay una cosa que si haga, olvidar y hacerte sentir bien al menos un par de horas. Así que entre un vaso y otro, no solo estás perdida, sola, sucia, mojada y con una mancha en tu vestido, sino también borracha. Pero llegas al límite, tu cabeza parece estallar, el estómago no te da más y las piernas ya no van a dónde vos crees que es el camino, solo entonces, dejas de tomar. Mirás a todos lados queriendo encontrar a quien te ayude, a quien te saque de todo el lío en el que solita te metiste, solo por una cosa, por haberte quedado sola. Está claro que la soledad es una amiga fiel, y no tan amiga, sino enemiga. Sí, eso, la soledad es una enemiga muy fiel. Intentas fijar la mirada en un punto fijo, pero el mareo no te ayuda. De repente, tu corazón se acelera a mil, y de la nada, necesita que lo protejan, que lo quieran. Tu cuerpo necesita un abrazo, un beso, un mimo, una caricia, una mano que te levante o tan solo una mirada que te haga entender que estás ahí y que alguien lo sabe. Alguien que te haga ver que en realidad la noche (la vida) no es un sueño (o una pesadilla) y que en realidad existes, porque sí, al que estás mirando es a él. A ese que despierta mil noches de insomnios en ti, ese que has llorando noche tras noche por no poder tenerlo. Y te ve, como nunca, te ve, quizás hasta te sonríe. Y cómo no, quedas más boba que paralizada, así que te acercas para saludardo, fantaseando que quizás la noche no va a terminar tan mal después de todo. Paso, paso, paso. Cinco metros, cuatro, tres, dos, uno y cuando lo tienes a escasos centímetros, aparece ella. Ella que sin duda es mucho más hermosa, e inclusive, inteligente que vos. Lo abraza y lo besa dejándote a ti sin ese abrazo y sin ese beso que tanto anhelaba y necesitaba tu corazón. Así que nuevamente dejas de existir, las ilusiones se rompen, la esperanza se va, la soledad vuelve a reinar en tu vida junto al dolor. Así que aparte de perdida, sola, sucia, mojada, con una mancha en tu vestido favorito y borracha, ahora también estás con el corazón y el alma partido en mil pedazos, sin ganas de seguir. Con más ganas de morir que de vivir. Sales corriendo o caminando, ni siquiera lo recuerdas de ese asqueroso boliche y te sientas a media cuadra esperando que quizás alguien aparezca para salvarte, o de una buena vez, matarte.

Agustina.

sábado, 26 de septiembre de 2015

Amigarse al dolor.

Y fue esa noche del 6 de septiembre que hablando con un amigo me defendí de lo indefendible e igualmente inexplicable.
Él había perdido a sus tíos hacia unos años, y la mamá de ellos (de los tíos) había quedado demasiado mal desde esa perdida. Él le preguntaba casi siempre o mejor dicho, todos los días, como se encontraba. A lo que ella solo le respondía "acá andamos". Esa noche él me dijo " - Me da bronca que responda así, hasta me enojé con ella cuando decía que quería irse." O como les dije antes sus "ahí andamos" a las preguntas ¿cómo estás? Decía que su bronca era que ella no supiera aprovechar a el hijo que sí le quedo y a los nietos que tenía. Decía que ella no sabía valorar el cariño de las personas con las que sí contaba y lo entiendo, juro que lo entiendo. Hasta le doy la razón. Pero también pasa que cuando uno pierde a un ser querido, no uno lejano, sino cercano, como una madre, un padre, un hermano o un hijo duele mil millones de veces más. De repente aquella persona que estabas acostumbrada a ver cada día de tu vida, se va. Y digamos que con ella, una parte de ti también se va, se pierde. Desde ese día algo dentro de ti también muere. La muerte de alguien a quien amas, te deja desconcertada como un niño frente a lo desconocido. 

Y yo no sé si mi perdida es muy reciente, pero no logro sentirme la misma mina fuerte, con el carácter de "me llevo en mundo por delante" de antes. Ahora el mundo me lleva por delante a mí y los bajones que me regala la vida me viven takleando sin poder reaccionar a por lo menos, amortiguar la caída.  Caigo, caigo y sigo cayendo sin poder hacer algo al respecto. Y sí, a mi aunque me pregunten ¿cómo estoy? Siempre voy a responder "bien" no porque lo esté, sino porque el orgullo puede conmigo y exponer mi debilidad ante otro me parece una estupidez. 

Pero aun así le doy la razón, no estoy aprovechando y disfrutando de las personas que si me quedan, quieren y apoyan y créanme cuando les digo que no va con intención porque no es así. Solo que como les dije, la perdida de alguien te ciega. Estoy pérdida y cegada en medio de esta angustia. Estoy cerrada, y hundiendo cada vez más al dolor y no porque quiera sino porque todos los sentimientos guardados en el pecho izquierdo no hacen más que llorar, lamentar y extrañar. Y sí, lo sé, todos me dicen que la vida sigue, que me guste o no, tengo que ser fuerte porque haga lo que haga, nada me va a devolver a esa persona. Y dejen que les diga una cosa: solo si estuviste en una situación como la mía, solo si tuviste que caminar con unos zapatos parecidos a los míos vas a entender lo difícil que es llevar a la práctica tan sencillas palabras. Es complicadisimo vivir sin una persona con la que vivías todos los días de tu vida. Es difícil aprender a convivir con el dolor, porque de eso se trata, de amigarse con el dolor.

Agustina

viernes, 25 de septiembre de 2015

Fechas que duelen.

Hoy son de esos días en lo que la ausencia se siente más que nunca. Fecha, no sé si de las importantes, sino más bien tradicional. Fecha en la que hacer tal cosa era muy normal. Fecha en la que te das cuenta que la ausencia de alguien que te importa, puede quitarte las ganas de todo, inclusive las de vivir.
Levantarme y que no esté ese olor especial de las comidas que vos preparabas, Abel Pintos sonando a fondo con el sonido de tu voz acompañando cada una de las palabras cantadas. Levantarme y que me falte ese "buen día" que escuché al segundo de nacer, que falte esa mesa familiar llena de risas, anécdotas y en la que no sobre ningún lugar. Es horrible saber que llega la tarde y no vas a estar para decirnos "preparemos algo para merendar y salgamos a recorrer la feria". Y la verdad, es que nunca me gustó la feria, ni eso de caminar entre mil millones de personas, pero lo hacia porque te gustaba y porque sabia que un segundo al lado tuyo me llenaba de vida. Nunca mal humor, nunca mala cara. Siempre burlando a la vida, siempre sonriendo. Y estés donde estés, porque no quiero pensar que no estás en ningún lado, ni que nuestra relación termina acá. Espero que estés burlándote de la vida o la muerte, y siempre con una sonrisa. Y no sé qué duele más si irse y dejar a los demás o quedarse y extrañar a quien se va. Porque hoy son de esos días en los que te extraño mas que nunca y no te das una idea de cuánto me duele el que está en el pecho izquierdo. Hoy no es uno de esos días en los que mi sonrisa es verdadera y sin dolor. Mi sonrisa es forzada (por vos). Este día no es como los demás. Hoy me queda un hombre en casa, sentado frente a la televisión viendo sin mirar, con un mar de lágrimas brotando de sus ojos. Cataratas que parecen no querer parar y diciendo, inconscientemente, un por qué. Y lo entiendo, porque quizás yo también esté en la misma situación, con cataratas y el por qué saliendo de mis labios.

Agustina.

domingo, 5 de julio de 2015

Con un cachito de cielo, me basta.

Vení conmigo, el invierno acaba de empezar, y lo último que quiero es pasarlo sin vos. 
Vayámonos a volar con el viento y saltar en los montones de hojas.
Caminemos de la mano, por dónde sea que quieras andar. 
Veni, compartamos este sillón. Te comparto mi frazada y un café o chocolate caliente, como vos quieras. Elijamos con qué película quedarnos dormidos. Te comparto y espero que me compartas un abrazo. Si me dejás, te lleno de besos. Besos en cada centímetro de tu espalda.
Sonreile a la vida y sonreime a mí -seamos felices-. 
No te pido el universo entero, con un cachito de cielo, me basta. Con saber que te tengo, que podemos ser un “nosotros” siento poder volar “tres metros sobre el cielo”. 
Sabemos que el secreto de la vida está en vivirla, pero es que con saberlo no basta.

Agustina.

domingo, 24 de mayo de 2015

No perder las esperanzas ¿quedó claro?

Estoy acá, sentada en ésta misma incómoda y horrible reposera azul hace más de dos días. Sentada al lado de una persona a la cual amo infinitamente y más miedo me da perder.
"10% de posibilidades de muerte" dijeron hombres y mujeres vestidos de verde. 10 % de posibilidades de tener que dejarla ir. 10% que una nueva parte en mí, la mayoría, se terminé de quebrar y morir. 10% de mi alma, corazón y mente, hechas mierda. 10% de tristeza, bronca y odio. 10% de un miedo asfixiante. 10% de soledad y abandono, cuando sé que si te vas, no lo hacés porque querés sino porque ya es hora. 10% de negatividad e injusticia. 10% de que ésta familia se termine de derrumbar, porque no sé si sabías, pero sos el sostén. Sos las raíces de éste árbol. Sos la equivalencia a la alegría que te da cumplir un sueño. Sos la risa más linda, y mis ganas de reír. La tranquilidad, paz y equilibrio que todos necesitamos. La mano más linda que estoy tomando y no pienso soltar. No te pienso dejar, hoy más que nunca, voy a estar. Quiero fuerzas y quiero que vos también las tengas. Quiero que salgas de ésta como tantas veces supiste hacer, quiero volver a tener esas charlas hermosas, que sin ésta enfermedad no hubiera aprendido a valorar. Quiero tus gritos de enojos, peleas por no tender la cama, por no querer comer o por cualquier pelotudes por la que hice problema, y que hoy en día me doy cuenta que no lo son. Quiero volver a llorar de alegría, hasta que me duela la panza por tus chistes, cargadas o anécdotas, y no por ésta tristeza ahorcante  que me está carcomiendo el pecho -por no decir alma y corazón-, por querer ser fuerte y no derrumbarme delante de mis hermanas o papá. Y el problema está en que no soy fuerte sino todo lo contrario. Soy la mina más débil que existe...que muere por un abrazo, un mimo y un te quiero. E igualmente se empeña en poner una coraza al corazón queriéndole hacer creer al mundo que no siente y que no vale la pena sentir, porque todo se va y termina, nada dura para siempre, a no ser que se llame soledad. Ella sí, siempre está. Nunca te abandona.

Lo que yo quiero es la impotencia por un "no" como permiso, que ésta por querer tenerte en casa y que estés en un hospital, por querer abrazarte y no poder, por querer verte sonreír sin que la sonrisa sea falsa y llena de dolor. Por no tener que verte solo 1 o 2 horas al día, y sí cuando a mí se me dé la gana. No quiero sentir ésta impotencia cuando papá, ya quebrado de dolor, te confiesa un "te extraño" o un "te quiero", porque sé el amor que te tiene, sé lo difícil que es llevar ésta situación y luchar contra este momento de mierda que te quita todas las fuerzas y las ganas de todo cuando es lo único que se necesita: la fuerza y ganas.

Necesito que llegue ese maldito día en el que todos recibamos la noticia "No hay más cáncer, está sana, puede hacer vida normal. No más quimios, no más medicamentos, no más tratamientos, no más hospital.". Vengo anhelando ese día hace más de 5 años y no llega. Será hijo de puta que se hace esperar tanto, que hace sufrir a mi vieja ¿Para qué? ¿Qué propósito tendrán en ella? ¿Por qué? Me pregunto una, otra y otra vez y no logro llegar a una conclusión.
Así que lo único que me/nos queda es vivir con esa incertidumbre del qué pasará mañana y que hoy hay que mantenerse fuerte en ésta batalla que poco a poco nos va rompiendo el corazón. Y es justo eso, lo que no tenemos que permitir. Nadie, ni mucho menos una enfermedad, nos debe quitar las esperanzas, ¿quedó claro?


Agustina.